genealogia izco-reina

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Lugar: Puerto Real, Cádiz, Spain

viernes, octubre 13, 2006


Mis antepasados REINA
El apellido REINA de Cádiz a Puerto Real

Si bien algunas de las ramas de mi árbol genealógico están bastante avanzadas en cuanto a su estudio (caso de los gaditanos Pacheco, Falcón, Gaviño, Santibáñez, o las ramas navarras con los Izco y sus ascendientes, o los genoveses Márquez), otras ramas están aún por hacer, levemente esbozadas y que aún tienen que dar mucho de sí, este es el caso de los REINA. En las siguientes líneas ofrezco los datos que por ahora tengo de ellos, esperando en un futuro cercano rescribirlas ofreciendo noticias más precisas, así como la incorporación de nuevos miembros, entrando de lleno en el siglo XVIII.

De mi abuelo Enrique Reina Blasco no hablaré mucho por ahora, en otro momento recrearemos su biografía, este es el lugar de sus antepasados (de mis antepasados). Decir solo que era el mayor de cuatro hermanos, nació en el verano de 1912 en Puerto Real, al igual que los otros tres: José, Antonio y Manuela. Era hijo de Francisco Reina de la Vega y el Pozo y de Julia Blasco Pérez, quienes se casarón el 22 de septiembre de 1911 en la Prioral de San Sebastián (Puerto Real).

Francisco Reina de la Vega y el Pozo era carpintero, oficio de tradición familiar, como ya veremos (aunque en ocasiones también fue herrero, incluso llegó a regentar un bar) y había nacido en Puerto Real el 10 de enero de 1879 (según las fuentes en la casa de su padre, en la por entonces calle Real nº 71, junto a la actual casa de celebraciones Albarizuela). Tuvo más hermanos, aunque por ahora solo tenemos constatados documentalmente a otros dos, menores que él y que murieron a muy corta edad, José (nacido en 1886 y fallecido con treinta meses, en 1889, cuando ya la familia vivía en la calle Cruz Verde 55) y Ramón (fallecido con solo dos meses el 15 de octubre de 1888, también en Cruz Verde 55). Francisco falleció en Puerto Real en torno a 1945.

Su esposa, Julia Blasco Pérez (Puerto Real 1883 – Puerto Real 1962), era la segunda de cinco hermanas, hijas del molinero soriano Manuel Blasco Pinilla y Catalina Pérez Torres, natural de Paterna de Rivera (en otra ocasión trataremos la llegada del apellido Blasco a Puerto Real, así como los Pérez-Torres de Paterna).

Siguiendo con los REINA, el citado Francisco Reina era a su vez hijo de Enrique Reina Reboira, nacido en Cádiz en 1852 aunque avecindado en Puerto Real de joven, al menos desde 1875, fecha en la que contrae matrimonio, cuando tenía 23 años y era soldado del primer batallón de infantería de marina (aunque posiblemente ya viviera en Puerto Real a fines de los años 60). En un primer momento tras su matrimonio pasa a vivir junto a su esposa en la casa de los padres de ésta, en la calle Vaqueros 26, luego, ya en 1879 pasará a la calle Real 71, más tarde a Cruz Verde 55, al menos durante el bienio 1888-1889, finalmente lo veremos en la calle San Fernando 8, a fines de siglo, en 1893. Enrique Reina Reboira, como lo será su hijo y lo fue su padre, era carpintero. En 1893, en una guía sobre la Provincia de Cádiz, aparece como dueño de una carpintería.

Enrique Reina Reboira había contraído matrimonio el 11 de agosto de 1875 en la Prioral de San Sebastián (Puerto Real), siendo testigos del enlace los puertorrealeños Luis Gonzaga Pérez y Manuel Marín. Su esposa y madre de sus hijos sería Josefa de la Vega y el Pozo Iglesias, una joven de 22 años (nacida en Puerto Real en 1853 y cuya familia, los de la Vega y el Pozo-Ayola y los Iglesias-Moya, analizaremos en otros apuntes).

Como vemos, los orígenes de los REINA puertorrealeños estarían en este Enrique Reina Reboira, asentado en Puerto Real al menos desde 1875, aunque también en la figura de su hermano Francisco Reina Reboira, del que quizá tengamos mayor información por su actividad política en el Puerto Real del último tercio del XIX. Debía de ser mayor que Enrique, pues ya en 1868 lo vemos en la escena política de la localidad, en ese año, el 19 de septiembre quedó disuelta la Corporación municipal como consecuencia del pronunciamiento de la Marina en Cádiz acaudillada por Topete, el duque de la Torre, Prim y el general Serrano. El pueblo de Puerto Real, amotinado, exige la creación de una Junta de Gobierno favorable al espíritu que encarnaban los sublevados, la cual presidiría D. Luis Guerra de la Vega y de la que formará parte, junto a otros, Francisco Reina. Esta Junta de gobierno se disolvió en octubre de ese mismo año, y Reina no formaría parte de los Ayuntamientos sucesivos, no obstante, el 23 de julio de 1873 se producen graves alteraciones del orden público en Puerto Real, donde se intenta el Cantón a semejanza de Cádiz, lo cual provoca que la población sea ocupada militarmente por el ejército ese mismo día. Estos sucesos traen consigo un nuevo Ayuntamiento con D. Rafael Benvenuty y Garvey como alcalde y entre cuyos concejales sí se encuentra Francisco Reina. Igualmente repite en la Corporación elegida el 29 de abril de 1874. Desde este último año hay una pausa en sus incorporaciones al cabildo, hasta 1891, cuando siendo alcalde Carlos Cuñado Álvarez aparece Reina Reboira como concejal electo, siendo esta su última aparición en la vida política puertorrealeña, pues ya en el Ayuntamiento de 1893 y posteriores no aparece.

Los ancestros inmediatos de Enrique y Francisco Reina Reboira serán por tanto naturales de la ciudad de Cádiz. Ambos eran hijos de Francisco Reina Gómez y de María Dolores Reboira. Francisco Reina Gómez sabemos que nació en Cádiz durante el Trienio Liberal, en 1821. Fue carpintero de lo blanco (como su hijo Enrique, como su nieto Francisco) y durante su vecindad en Puerto Real, donde pasaría al menos veinte años, vivirá la mayor parte del tiempo en la calle Molino 14 (hoy Barragán). Francisco Reina Gómez fallecerá de angina de pecho el 2 de diciembre de 1887 a las diez de la noche, con 66 años. Por su parte María Dolores Reboira también era gaditana, y sabemos que fallece antes de 1871, pues en esa fecha, el 1 de marzo, su viudo, Francisco, contrae nuevo matrimonio, en esta ocasión con la puertorrealeña María Dolores Marín y de la Paz (este dato, junto con la actividad política de su hijo Francisco en 1868, quizá nos esté indicando que la familia Reina-Reboira ya se habría asentado en Puerto Real en la década de los 60 del XIX).

Por último (por ahora) citar a los padres de este Francisco Reina Gómez. Lo fueron Antonio Reina y María del Carmen Gómez Gatica, ambos al parecer naturales de la ciudad de Cádiz, donde nacerían a fines del siglo XVIII.

Así pues, y resumiendo, mis/nuestros REINA se asientan en Puerto Real en torno a 1870, provenientes de la ciudad de Cádiz, donde estarían avecindados al menos desde fines del S. XVIII. Este origen es evidente aún en el siglo XX, cuando mi abuelo visitaba a sus primos de Cádiz. Durante todo el S. XIX y principios del XX los REINA se caracterizan por su dedicación a la carpintería, pero no a la carpintería naval (también llamada de ribera, algo común en estas tierras en aquellas fechas) sino a la llamada carpintería de lo blanco, a la realización de mobiliario y enseres de uso común, siendo incluso propietarios de carpinterías. Es curioso también observar como hay tres nombres que se repiten con mucha frecuencia en esta familia: Enrique, Francisco y Antonio (algo por otra parte nada extraño en la mayoría de familias, la reiteración en ciertos nombres).

viernes, septiembre 22, 2006


Manuel Pacheco Falcón (1876-1920)

Manuel Pacheco Falcón es mi bisabuelo, el abuelo de mi madre, el padre de mi abuela Carmen. De él poco sabía hasta hace pocos meses, acaso lo que había escuchado de mi abuela, también los escasos y escuetos datos de los archivos, reducidos la mayoría de las veces a fechas, edades, miembros de la familia, y poco más, cifras frías, faltas de contenido, superficiales. Sabía de sus ancestros, de sus hijos e hijas, de su mujer, y también que fue marino. Siempre, desde pequeño, escuché que falleció a causa de una enfermedad contraída quizá en uno de los habituales periplos que su profesión le obligaba a realizar, pulmonía, tuberculosis, no sabía cual, quizás otra...

Al menos tenía su imagen, su foto, que durante años se convirtió en custodio de la alcoba de mi abuela, siempre lo he visto allí, desde que tengo uso de razón, con su elegante bigote, su pulcro uniforme militar, bien peinado, con la mirada perdida en el horizonte; mil veces a hurtadillas me las ingeniaba para colocarme frente a él, solo, y lo observaba durante largo rato. Siempre me han fascinado las fotografías antiguas, esos instantes robados al inexorable paso del tiempo. Ahora esa imagen de mi infancia forma parte de mi presente.

Si poco sabía de la vida de mi bisabuelo hace unos meses, ahora es todo lo contrario, conocemos bastante, aquellas cifras y datos que poco interiorizaban en su persona ahora han tomado cuerpo.

Empezaré por presentar a Manuel dentro de su familia. Nació el 23 de octubre de 1876 en Puerto Real, posiblemente en la por entonces calle Independencia nº 31 (hoy calle Teresa de Calcuta) era entonces el cuarto hijo del matrimonio formado por el calafate puertorrealeño Manuel Pacheco Mata y la también puertorrealeña María Manuela Falcón Gaviño; antes ya habían nacido sus hermanos José (en 1872), María Soledad (nacida en 1873 y que murió con apenas 2 años, antes de que Manuel naciera, en junio de 1875) y María (en 1875); más tarde nacerían dos hijos más, Carmen (en 1879), y el benjamín de la familia, Francisco (en 1889, posiblemente cuando ya nadie lo esperaba).

En cuanto a su carrera profesional, aunque parezcan profusos los datos que a continuación presento, no es más que un resumen de su dilatado historial, que le haría pasar por distintos lugares: La Carraca, Cartagena, Cádiz, El Ferrol, y navegar en diferentes navíos de guerra por todas las costas hispanas. Decir que con poco más de 15 años, en marzo de 1892, ingresa en el Arsenal de la Carraca, durante su formación pasa por distintos talleres: el de cañones, el de armadores, armerías… hasta que en enero de 1899, con 22 años, embarca como 2º armero y lo hace en distintos buques, así, antes de 1904 lo estaba en el crucero Cardenal Cisneros. En noviembre de 1906 embarca en la escuadra de instrucción; en 1908 había estado embarcado en el Carlos V. En 1912 entra en la escuela de aplicación, efectuando prácticas en el taller de torpedos y electricidad (el mismo donde años más tarde lo haría su hijo); una vez concluidas las prácticas embarca en el cañonero Marqués de la Victoria. A fines de octubre de ese año de 1912 pasa al taller de electricidad y torpedos del Arsenal de Cartagena, pasando al siguiente mes a la estación torpedista de dicho arsenal. Durante su estancia en Cartagena fue asignado al torpedero nº 4 y luego, de nuevo, al cañonero Marqués de la Victoria. En agosto de 1913 recibe la orden de volver al departamento de Cádiz, donde tras distintos cursos y exámenes pasa a la estación torpedista de La Carraca en junio de 1914; tras conseguir este puesto disfruta de dos meses de licencia y tras su incorporación, en el mes de agosto de ese mismo año, pasa a formar parte de la dotación del crucero Reina Regente y lo hará durante algo más de dos años, hasta septiembre de 1916, habiendo efectuado durante este tiempo navegaciones por las costas de la Península, Canarias, Baleares y parte Norte de Marruecos. Tras su estancia en el Reina Regente se incorpora al contratorpedero Terror, donde estará asignado durante 25 meses, hasta octubre de 1918. Durante su destino en el Terror, durante los meses de julio y agosto de 1817, con carácter interino se hizo cargo del taller de Electricidad y Torpedos del Arsenal de La Carraca. Una vez que deja el mencionado contratorpedero, el 20 de agosto de 1918 le fueron concedidos por el Excmo. Sr. Comandante General del Departamento de Ferrol dos meses de licencia reglamentaria para San Fernando. Tras esta licencia se incorpora al taller de Electricidad y Torpedos de El Ferrol, durante un par de meses, hasta noviembre de 1918, luego, pasa al crucero Princesa de Asturias.


A partir de esas fechas, fines de 1918, Manuel comienza a padecer ciertas dolencias que van a marcar su inmediato devenir profesional, se producen continuas licencias por enfermedad, e igualmente continuas incorporaciones al Princesa de Asturias, así, por ejemplo, el 14 de julio de 1919, estando a bordo, en Barcelona, se le pasaporta para Puerto Real por enfermedad, con dos meses de licencia. En el conjunto de esta continuada enfermedad y la preocupación lógica de toda su familia, al menos se recibió una buena noticia, así, en septiembre de 1919, Manuel es promovido a primer obrero torpedista electricista. Poco tiempo disfrutó de su ascenso, pues el 1 de mayo de 1920, en su casa, en la calle Ancha nº 44, falleció Manuel a consecuencia de una tuberculosis laríngea, dejaba viuda, y cuatro hijos de corta edad: María, de apenas 15 años; Manuel, de 10 años; Carmen, de 5; y Antonia, de poco más de 2 años.

Manuel Pacheco había contraído matrimonio con Antonia López Núñez, en la Prioral de San Sebastián, en Puerto Real, el 12 de mayo de 1904.

Una duda que durante mucho tiempo tuvimos era saber porqué Manuel se vincula profesionalmente a la Marina, cuando a priori no teníamos ningún antecedente en la familia; sus antepasados, los Pacheco, los Falcón, habían sido gente del campo, agricultores, pinaleros, arrieros… pero al indagar en su familia materna, los Gaviño, encontramos sin duda a su modelo a seguir, a la persona que debió de influir de manera muy importante en Manuel: su tío abuelo Francisco de Paula Gaviño Santibáñez, Alférez de Navío, Contramaestre Mayor, además de poseedor de una meritoria hoja de servicios, destinado en Cuba durante años, en Fernando Poo, distinguido como Benemérito de la Patria, y con la Cruz de Plata del Mérito Naval por su intervención en las Guerras Carlistas. Manuel conoció al hermano de su abuela, conoció de viva voz sus vivencias, sus aventuras, sus viajes… influyó sin duda en el destino del joven Manuel, ayudándolo quizá, con sus amistades a iniciar sus actividades en la Marina de Guerra (cuando Manuel entra en La Carraca posiblemente aún su tío abuelo desempeñaba labores en el lugar, documentos hay…). En otra ocasión trataremos, espero que en breves líneas, la figura de este Francisco de Paula Gaviño.

martes, julio 18, 2006

Origen del apellido IZCO en la Bahía de Cádiz

No es extraño encontrar en la bahía gaditana personas con apellidos de la más variada procedencia, ya no solo hispanos, también de dispares regiones europeas, en especial italianos y franceses, algo normal en una región que durante siglos ha sido lugar de destino de personas que eran atraídas por las posibilidades económicas que antaño Cádiz poseía, siendo durante siglos la puerta hacia las colonias de ultramar. No solo distintas comunidades extranjeras formaban auténticas colonias en la comarca gaditana, también eran comunes los grupos procedentes de regiones peninsulares, tales como vascos, gallegos, montañeses, o navarros, entre otros, que al igual que los foráneos poseían una estructura más o menos compacta en función del paisanaje.

Por ello, cualquier gaditano contemporáneo (por ende, también portuenses, isleños, puertorrealeños, chiclaneros...) a poco de indague entre sus antepasados hallará ancestros que demuestran este variada procedencia.

Así, no debe resultar chocante observar como el apellido de origen navarro IZCO esté plenamente enraizado en la bahía gaditana desde hace casi dos siglos, aunque no son muchos los que hoy día aún lo conservan, pequeños grupos familiares de San Fernando, Cádiz y Puerto Real.

Es objeto de este nuevo escrito del cuaderno conocer la llegada de este apellido desde la zona media de Navarra, cerca de la frontera con Aragón, no lejos de los Pirineos, hasta la Bahía de Cádiz, acercarnos a la biografía de la persona que hizo posible que hoy día algunas ramas de la familia Izco, pese a su lejano origen, sean plenamente andaluzas.

Todos los apellidados Izco en la región gaditana (y alguna rama que pasó ya en el S. XX a Valencia) son descendientes de una única persona: Martín José Izco Clemente.

Martín nació en septiembre de 1807 en la ciudad Navarra de Sangüesa (Zangotza), apenas meses antes de la invasión del lugar por las tropas napoleónicas (acaecida el 15 de julio de 1808). Era uno de los nueve hijos de Cristóbal Izco Muriel y Juana Clemente Salvador (ya nos detendremos en los ancestros de Martín en otros escritos, pues conservamos interesantes documentos de ellos, caso del testamento de Cristóbal Izco Muriel). Recibió el bautismo pocos días después de su nacimiento, como era común en la época, el martes 15 de septiembre de 1807, en la parroquia de Santa María la Real (templo considerado como una de las más interesantes y bellas muestras del románico hispano).


Aún conocemos pocos datos de su juventud, así como los motivos que empujaron a Martín a emigrar hasta la bahía de Cádiz (posiblemente fuesen causas económicas, su futuro estaría limitado dentro de una familia numerosa, quizá alejarse de la por entonces conflictiva tierra Navarra, uno de los principales escenarios de las Guerras Carlistas que se desarrollaron entre los años 30 y 40 del XIX) lo cierto es que ya en los años 40 del siglo XIX aparecerá documentado en la ciudad de Cádiz. Así, el 23 de noviembre de 1846 lo vemos contrayendo matrimonio en la gaditana iglesia de San Antonio, con una isleña, Antonia López Mercaide. De este enlace cabe destacar que Martín había permanecido soltero hasta los 38 años, algo no muy común en aquel entonces, además, destacar la considerable diferencia de edad que le separaba de la que habría de ser su esposa, pues Antonia sólo tenía 23 años, quince menos que Martín (fueron testigos del enlace dos gaditanas, Rafaela Osorio y María Montalnar).

Tanto Antonia López como su familia eran naturales de San Fernando, de ahí que poco después de su boda se asentaran, al parecer de manera definitiva, en la antigua Isla de León, donde pocos meses después de la boda nacería el primer y único hijo de este enlace: José María Izco López, en octubre de 1847. No obstante, sabemos que Martín tuvo poco después otro hijo en San Fernando, con una tal María Chacón, en 1848 y que recibiría por nombre José Izco Chacón, este dato nos desconcierta un poco, no sabemos aún si este José Izco Chacón era hijo legítimo de Martín (tal vez su esposa Antonia López falleció al poco de nacer José María Izco López y tomó entonces por esposa a esta María Chacón) o bien es hijo natural, fuera del matrimonio (esperemos averiguarlo en poco tiempo). Lo cierto es que solo hay constancia de que Martín tuviera estos dos hijos, casi de la misma edad y casi con el mismo nombre (José María y José), y serán ellos los que generen las dos ramas gaditanas (isleñas) de los Izco, los Izco – Amado (hijos de José María Izco López, de la cual proceden los Izco de Puerto Real), y los Izco – Pérez (hijos de José Izco Chacón).

Poco sabemos de las actividades y vida de Martín en San Fernando, el siguiente dato que de él disponemos es su partida de defunción, ocurrida el 27 de febrero de 1875, cuando tenía 67 años, a causa de una plemenmonitis (así viene en la partida, debe de ser alguna enfermedad relacionada con el pulmón), además, se menciona en el escrito eclesiástico que no pudo recibir los Santos Sacramentos, ni testó, ni le hicieron funeral.

Así pues, este Martín José Izco Clemente, nacido en Sangüesa (una de las principales ciudades navarras, capital de su Merindad) a principios del siglo XIX, asentado en la Bahía de Cádiz al menos desde 1846, y vecino desde entonces de San Fernando, donde fallecería en 1875, es la persona que sirve de nexo entre los Izco gaditanos y los navarros, del cual descendemos todos los gaditanos/as, isleños/as y puertorrealeños/as (y algún que otro valenciano/a) que tenemos entre nuestros apellidos IZCO.

jueves, junio 29, 2006


Datos de Manuel Pacheco López en el Archivo General de Marina D. Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués - Ciudad Real)

Esta pasada primavera solicité al Archivo General de Marina que me remitiese los expedientes personales de algunos de nuestros antepasados (ya los iré volcando en este cuaderno, poco a poco) curiosamente, unido al expediente de Manuel Pacheco Falcón (nuestro bisabuelo y/o abuelo) se encontraban varios folios donde venía información sobre su hijo, Manuel Pacheco López, su partida de nacimiento, su reconocimiento médico para poder incorporarse a la Marina y, lo más interesante, su expediente personal de los años 1933 (cuando se incorpora a la Marina) a 1935 (curiosamente falta la trágica anualidad de 1936).

Partida de Nacimiento
En cuanto a su partida de nacimiento, se menciona que Manuel nació el 2 de marzo de 1910 a las 24 horas, en la casa donde vivían sus padres, en la calle Reyes Católicos (actual Ancha) nº 44 (hoy día la numeración ha cambiado y ahora es el nº 62, en el tramo entre San José y Teresa de Calcuta), hijo legítimo de D. Manuel Pacheco Falcón (por entonces de 32 años, natural de Puerto Real) y de Dª Antonia López Núñez (también natural de Puerto Real, de 29 años). Sus abuelos paternos eran: Manuel Pacheco Mata (ya por entonces fallecido, natural de Puerto Real) y María Manuela Falcón Gaviño (también de Puerto Real, y de 60 años, es decir, nacida en torno a 1850). Sus abuelos maternos: D. Pedro López Salado (ya difunto en 1910, natural de Chiclana) y Dª Teresa Núñez Monjivar (natural de Antequera, también nacida en torno a 1850). Bueno, de todos ellos ya hablaremos un poquito cuando corresponda.

Historial de Manuel Pacheco López
Fue nombrado aprendiz Torpedista por Orden Ministerial de junio de 1933. El 14 de agosto de dicho año ingresó en la Escuela de Electricidad y Torpedos de San Fernando para efectuar el curso de Torpedista. En el expediente te vienen incluso las notas obtenidas en las diversas materias (electriciad, taller, ejercicios militares, matemáticas, dibujo...) en el primer semestre de 1933, el segundo de 1934, y los dos de 1935.
En 1934, durante los días comprendidos entre el 10 y 14 de junio, ambos inclusives, efectuó en el Fuerte de San Lorenzo del Puntal prácticas de petardos de tierra y mar. El 2 de septiembre emprendió viaje para Cartagena al objeto de efectuar prácticas en el Taller de Torpedos de dicha Base Naval, volviendo a San Fernando el 3 de noviembre. Entre el 8 de noviembre y 16 de diciembre efectuó prácticas de lanzamiento y fondeo de minas en la Base de Defensas Submarinas de Cádiz.
En 1935, desde el 22 de marzo al 25 de abril practicó lanzamientos en alta mar, en el torpedero nº 16, en la bahía de Rota. En julio de 1935 ascendió a Auxiliar 2º de Torpedos y fue destinado al Taller de Torpedos de Cartagena.
A partir del verano de 1935 no aparece más información (por ahora...). Pero bueno, al menos sabemos su trayectoria entre 1933 y 1935.

martes, junio 20, 2006


Manuel Pacheco López y el C-3

Hace unos meses publiqué en Diario de Cádiz el siguiente artículo, referido al hundimiento del submarino español C-3 por parte del sumergible alemán U-34, frente a las costas de Málaga durante los primeros tiempos de la Guerra Civil Española, mi tio abuelo, Manuel Pacheco López, formaba parte de la dotación del C-3 y perdió la vida en su hundimiento, sirva este primer escrito de este recien creado cuaderno para divulgar tal hecho.



El 12 de diciembre de 1936 a cuatro millas de la costa de la ciudad de Málaga fue hundido por el submarino alemán U-34 el sumergible español C-3, el cual, tras la sublevación del 18 de julio permaneció fiel a la República formando parte de la Armada Republicana. Treinta y siete marinos murieron en aquel ataque, uno de ellos puertorrealeño, el joven suboficial auxiliar de torpedos D. Manuel Pacheco López, quien por entonces tenía sólo 26 años.
Manuel Pacheco nació en el seno de una familia asentada en Puerto Real desde pleno siglo XVIII, parte de la cual tenía una estrecha vinculación con la Armada al menos desde mediados del siglo XIX. También su padre, Manuel Pacheco Falcón, era torpedista de la Armada a comienzos del siglo XX, pasos que seguiría su primer hijo varón, Manuel, nacido en 1910 en la por entonces calle Reyes Católicos (actual calle Ancha). La pronta muerte de su padre, en 1920, convirtió al joven Manuel en uno de los pilares que sustentaban a su familia, su madre y sus hermanas María, Carmen y Antonia. Pronto entró al servicio de la Armada, y con apenas 25 años ya era auxiliar de electricidad y torpedos, estando destinado como suboficial en Cartagena en el momento del levantamiento de las tropas franquistas del Norte de África, como integrante de la dotación del submarino C-3, quienes, pese a la inicial presión de sus mandos, permanecieron leales a la República y por la cual terminarían por dar sus vidas.


El submarino C-3

El C-3 era uno de los seis submarinos de la denominada serie C construidos entre los años 1923 y 1929 en Cartagena por la Sociedad Española de Construcciones Navales (lo que luego sería Empresa Nacional Bazán), desplazaba 925 toneladas en superficie y 1.144 en inmersión. Su eslora era de 73,3 metros y la manga 6,3. Propulsado por motores diesel Vickers desarrollaba una potencia de 1.000 CV para la navegación en superficie, y por dos motores eléctricos de 375 CV para la navegación en inmersión, lo cual le proporcionaba unas velocidades de 16,5 y 8,5 nudos respectivamente. Estaban armados con 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm, cuatro a proa y dos a popa, y con un cañón Bonifaz de 75 mm. La profundidad máxima que podía alcanzar era de 90 metros y su dotación de 40 hombres al mando de un capitán de corbeta.
El C-3 fue botado el 20 de febrero de 1929 tras superar las pruebas de mar, y entre los años 1934 y 1935 desarrolló una larga travesía por varios puertos españoles y extranjeros: Melilla, Cádiz, Las Palmas, Larache, Venecia, Plymouth, Brest, Dakar...

Fieles a la República

Al producirse la sublevación del Ejército del Norte de África el 18 de julio de 1936 la flotilla de submarinos de la cual formaba parte el C-3 se encontraba en Cartagena, recibiendo la orden de salir hacia aguas del Estrecho de Gibraltar para controlar el tráfico de tropas desde África a la Península. En Cartagena la mayoría de los jefes y oficiales de la Armada simpatizaban con los militares sublevados, por ello muchos fueron cesados inmediatamente, detenidos y, en muchos casos, ejecutados. Los submarinos no fueron una excepción, pero se dieron circunstancias algo diferentes al resto de la flota. El submarino es un arma especial, donde la convivencia fruto del reducido espacio en el que se desarrolla la vida, genera unos lazos más estrechos que en las unidades de superficie. Además, la sofisticación del arma hace que su eficacia operativa esté basada en un profundo conocimiento de su manejo. Todo ello hizo que los oficiales al mando de los submarinos recibieran un mejor trato por parte de la marinería.

No obstante, tras la destitución del comandante titular del C-3, el capitán de corbeta Javier Salas Pintó, tomó el mando el alférez de navío Antonio Arbona Pastor, apoyado por la tripulación como nuevo comandante, confirmado así el día 21 de julio por el Ministro de Marina. Días después, en agosto, el C-3 es destinado a aguas del Cantábrico, lugar donde realizará varias patrullas, sin acometer ninguna acción de guerra, hasta que el 2 de octubre, tras producirse una avería importante en uno de sus motores, recibe la orden de dirigirse a Tánger para pasar posteriormente a Cartagena.


El hundimiento del C-3

Sin reparar, el C-3 se hace a la mar el 10 de diciembre con destino a Málaga, pasando la noche del 11 al 12 bajo el agua a la entrada del puerto malagueño; por la mañana recibe la orden de permanecer en patrulla sin entrar en ese puerto.
A las 14 horas del 12 de diciembre el submarino navegaba en superficie. Minutos más tarde, según la visión de algunos testigos, pesqueros que faenaban por la zona, el C-3 se inclinó violentamente de proa y ligeramente caído a estribor. Una llamarada y una densa nube de humo blanco había precedido este hecho. De forma casi inmediata el submarino se hundió dejando a flote tan solo al capitán García Viñas, que se encontraba en la torreta y a los marineros Isidoro de la Orden y Asensio Lidón quienes vaciaban restos de comida al mar por la popa. Tan rápido sucedió todo que ningún otro hombre pudo salir. Treinta y siete marinos españoles encontraron la muerte a pocas millas del puerto de Málaga donde sus restos reposan hoy a 70 metros de profundidad.

Bajo las aguas, el submarino alemán U-34, con base en Wilhemshaven y la mando del Kaptanlutnant Harald Grosse, se alejaba de la zona poniendo rumbo al Estrecho. Esta intervención de los submarinos alemanes en apoyo del eje Nacional se inscribía dentro de la denominada Operación Úrsula, una operación diseñada como unas maniobras, mediante la cual se enviaban a las costas españolas dos submarinos, pensando que la acción sería un buen entrenamiento para los buques pensando en una futura posible guerra franco-alemana. Los submarinos asignados, tras continuas peticiones de los sublevados, fueron el U-33 y el U-34. El 20 de noviembre ambos buques salieron del Elba, no debían ser avistados, incluso por barcos alemanes y para ello debían borrar todos los elementos de identificación y arriar las banderas hasta su vuelta. Las tripulaciones fueron instruidas para guardar el máximo secreto de por vida, bajo pena de muerte. Atravesaron el Canal de la Mancha el 22 de noviembre y cruzaron el Estrecho de Gibraltar en la noche del 27 al 28 de noviembre, donde se cruzaron con un destructor republicano que no llegó a detectarlos. El U-34 fue destacado a aguas de Málaga, en busca de blancos ocasionales, uno de los cuales fue el C-3. El 15 de diciembre los dos submarinos alemanes volvieron a casa. Años más tarde, en 1939, sus tripulaciones fueron condecoradas por el propio Hitler. El 23 de febrero de 1940, en el Mar del Norte, cerca de Orkneys, murió el capitán de corbeta Harald Grosse, en el hundimiento de su submarino (el U-52) por las cargas de profundidad lanzadas por un destructor británico.

En los días siguientes del hundimiento del C-3 las autoridades Republicanas enviaron buques a la zona para descubrir su posición, la cual se balizó en 1937. Posteriormente, tras la toma de Málaga por las fuerzas nacionales, el interés por el C-3 se perdió y nunca más se volvió a investigar, incluso los vencedores de la guerra ocultaron el ataque alemán, intentando hacer creer que el sumergible hundido era el italiano Archimede y que el C-3 había desertado.

Hace algunos años, en 1997, el abogado malagueño Antonio Checa supo del C-3 por casualidad, investigó el tema y tras varias inmersiones con ROVs dotados con cámaras de vídeo se obtuvieron las primeras imágenes del pecio, así, en el mes de octubre de 1998 la Marina Española destacó al buque de investigación y salvamento Mar Rojo con un equipo de buceadores que consiguieron identificar los restos como pertenecientes al C-3.

Las familias de los desaparecidos en el C-3 pretenden recuperar los restos de sus familiares, dados por desaparecidos durante décadas, y si es posible, el reflote del sumergible, aunque un estudio llevado a cabo por Defensa a petición del por entonces ministro Federico Trillo en febrero de 2003 indicaba que el submarino estaba muy deteriorado, con gran cantidad de incrustaciones, pérdida del doble casco y probablemente partido por la mitad, situación que indicaría que, al menos a corto plazo, debía desestimarse su reflotación. No obstante, otras opiniones aseguran que el rescate es viable, y que no se hace por su alto coste y dificultad, pero que habría quien hiciera frente al coste económico del reflote y la posterior restauración, porque la intención es mostrarlo en el puerto de Málaga y que a los 37 militares que hay en su interior se les devuelva el honor que durante décadas se les ha querido robar a través del silencio y el olvido, ofreciéndoles al menos un digno entierro, evitando el abandono en el cual aún se encuentran, acaso el expolió que actualmente sufre este panteón submarino, convertido en lugar ocasional de visita por submarinistas, más o menos respetuosos con lo que esta nave y sus ocupantes significan.

Sirvan al menos estas líneas para divulgar entre los gaditanos la historia de este submarino, y en particular la de este puertorrealeño que dio su vida por salvaguardar la libertad, la democracia y la legalidad política del momento.




Este blog surge con la única intención de divulgar y recibir información sobre aquellas personas que forman parte de mis ancestros, tal vez para servir como punto de unión, de enlace, de todos aquellos que de una forma u otra, en una rama u otra, somos fruto de la existencia de estos antepasados.