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Lugar: Puerto Real, Cádiz, Spain

martes, junio 20, 2006


Manuel Pacheco López y el C-3

Hace unos meses publiqué en Diario de Cádiz el siguiente artículo, referido al hundimiento del submarino español C-3 por parte del sumergible alemán U-34, frente a las costas de Málaga durante los primeros tiempos de la Guerra Civil Española, mi tio abuelo, Manuel Pacheco López, formaba parte de la dotación del C-3 y perdió la vida en su hundimiento, sirva este primer escrito de este recien creado cuaderno para divulgar tal hecho.



El 12 de diciembre de 1936 a cuatro millas de la costa de la ciudad de Málaga fue hundido por el submarino alemán U-34 el sumergible español C-3, el cual, tras la sublevación del 18 de julio permaneció fiel a la República formando parte de la Armada Republicana. Treinta y siete marinos murieron en aquel ataque, uno de ellos puertorrealeño, el joven suboficial auxiliar de torpedos D. Manuel Pacheco López, quien por entonces tenía sólo 26 años.
Manuel Pacheco nació en el seno de una familia asentada en Puerto Real desde pleno siglo XVIII, parte de la cual tenía una estrecha vinculación con la Armada al menos desde mediados del siglo XIX. También su padre, Manuel Pacheco Falcón, era torpedista de la Armada a comienzos del siglo XX, pasos que seguiría su primer hijo varón, Manuel, nacido en 1910 en la por entonces calle Reyes Católicos (actual calle Ancha). La pronta muerte de su padre, en 1920, convirtió al joven Manuel en uno de los pilares que sustentaban a su familia, su madre y sus hermanas María, Carmen y Antonia. Pronto entró al servicio de la Armada, y con apenas 25 años ya era auxiliar de electricidad y torpedos, estando destinado como suboficial en Cartagena en el momento del levantamiento de las tropas franquistas del Norte de África, como integrante de la dotación del submarino C-3, quienes, pese a la inicial presión de sus mandos, permanecieron leales a la República y por la cual terminarían por dar sus vidas.


El submarino C-3

El C-3 era uno de los seis submarinos de la denominada serie C construidos entre los años 1923 y 1929 en Cartagena por la Sociedad Española de Construcciones Navales (lo que luego sería Empresa Nacional Bazán), desplazaba 925 toneladas en superficie y 1.144 en inmersión. Su eslora era de 73,3 metros y la manga 6,3. Propulsado por motores diesel Vickers desarrollaba una potencia de 1.000 CV para la navegación en superficie, y por dos motores eléctricos de 375 CV para la navegación en inmersión, lo cual le proporcionaba unas velocidades de 16,5 y 8,5 nudos respectivamente. Estaban armados con 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm, cuatro a proa y dos a popa, y con un cañón Bonifaz de 75 mm. La profundidad máxima que podía alcanzar era de 90 metros y su dotación de 40 hombres al mando de un capitán de corbeta.
El C-3 fue botado el 20 de febrero de 1929 tras superar las pruebas de mar, y entre los años 1934 y 1935 desarrolló una larga travesía por varios puertos españoles y extranjeros: Melilla, Cádiz, Las Palmas, Larache, Venecia, Plymouth, Brest, Dakar...

Fieles a la República

Al producirse la sublevación del Ejército del Norte de África el 18 de julio de 1936 la flotilla de submarinos de la cual formaba parte el C-3 se encontraba en Cartagena, recibiendo la orden de salir hacia aguas del Estrecho de Gibraltar para controlar el tráfico de tropas desde África a la Península. En Cartagena la mayoría de los jefes y oficiales de la Armada simpatizaban con los militares sublevados, por ello muchos fueron cesados inmediatamente, detenidos y, en muchos casos, ejecutados. Los submarinos no fueron una excepción, pero se dieron circunstancias algo diferentes al resto de la flota. El submarino es un arma especial, donde la convivencia fruto del reducido espacio en el que se desarrolla la vida, genera unos lazos más estrechos que en las unidades de superficie. Además, la sofisticación del arma hace que su eficacia operativa esté basada en un profundo conocimiento de su manejo. Todo ello hizo que los oficiales al mando de los submarinos recibieran un mejor trato por parte de la marinería.

No obstante, tras la destitución del comandante titular del C-3, el capitán de corbeta Javier Salas Pintó, tomó el mando el alférez de navío Antonio Arbona Pastor, apoyado por la tripulación como nuevo comandante, confirmado así el día 21 de julio por el Ministro de Marina. Días después, en agosto, el C-3 es destinado a aguas del Cantábrico, lugar donde realizará varias patrullas, sin acometer ninguna acción de guerra, hasta que el 2 de octubre, tras producirse una avería importante en uno de sus motores, recibe la orden de dirigirse a Tánger para pasar posteriormente a Cartagena.


El hundimiento del C-3

Sin reparar, el C-3 se hace a la mar el 10 de diciembre con destino a Málaga, pasando la noche del 11 al 12 bajo el agua a la entrada del puerto malagueño; por la mañana recibe la orden de permanecer en patrulla sin entrar en ese puerto.
A las 14 horas del 12 de diciembre el submarino navegaba en superficie. Minutos más tarde, según la visión de algunos testigos, pesqueros que faenaban por la zona, el C-3 se inclinó violentamente de proa y ligeramente caído a estribor. Una llamarada y una densa nube de humo blanco había precedido este hecho. De forma casi inmediata el submarino se hundió dejando a flote tan solo al capitán García Viñas, que se encontraba en la torreta y a los marineros Isidoro de la Orden y Asensio Lidón quienes vaciaban restos de comida al mar por la popa. Tan rápido sucedió todo que ningún otro hombre pudo salir. Treinta y siete marinos españoles encontraron la muerte a pocas millas del puerto de Málaga donde sus restos reposan hoy a 70 metros de profundidad.

Bajo las aguas, el submarino alemán U-34, con base en Wilhemshaven y la mando del Kaptanlutnant Harald Grosse, se alejaba de la zona poniendo rumbo al Estrecho. Esta intervención de los submarinos alemanes en apoyo del eje Nacional se inscribía dentro de la denominada Operación Úrsula, una operación diseñada como unas maniobras, mediante la cual se enviaban a las costas españolas dos submarinos, pensando que la acción sería un buen entrenamiento para los buques pensando en una futura posible guerra franco-alemana. Los submarinos asignados, tras continuas peticiones de los sublevados, fueron el U-33 y el U-34. El 20 de noviembre ambos buques salieron del Elba, no debían ser avistados, incluso por barcos alemanes y para ello debían borrar todos los elementos de identificación y arriar las banderas hasta su vuelta. Las tripulaciones fueron instruidas para guardar el máximo secreto de por vida, bajo pena de muerte. Atravesaron el Canal de la Mancha el 22 de noviembre y cruzaron el Estrecho de Gibraltar en la noche del 27 al 28 de noviembre, donde se cruzaron con un destructor republicano que no llegó a detectarlos. El U-34 fue destacado a aguas de Málaga, en busca de blancos ocasionales, uno de los cuales fue el C-3. El 15 de diciembre los dos submarinos alemanes volvieron a casa. Años más tarde, en 1939, sus tripulaciones fueron condecoradas por el propio Hitler. El 23 de febrero de 1940, en el Mar del Norte, cerca de Orkneys, murió el capitán de corbeta Harald Grosse, en el hundimiento de su submarino (el U-52) por las cargas de profundidad lanzadas por un destructor británico.

En los días siguientes del hundimiento del C-3 las autoridades Republicanas enviaron buques a la zona para descubrir su posición, la cual se balizó en 1937. Posteriormente, tras la toma de Málaga por las fuerzas nacionales, el interés por el C-3 se perdió y nunca más se volvió a investigar, incluso los vencedores de la guerra ocultaron el ataque alemán, intentando hacer creer que el sumergible hundido era el italiano Archimede y que el C-3 había desertado.

Hace algunos años, en 1997, el abogado malagueño Antonio Checa supo del C-3 por casualidad, investigó el tema y tras varias inmersiones con ROVs dotados con cámaras de vídeo se obtuvieron las primeras imágenes del pecio, así, en el mes de octubre de 1998 la Marina Española destacó al buque de investigación y salvamento Mar Rojo con un equipo de buceadores que consiguieron identificar los restos como pertenecientes al C-3.

Las familias de los desaparecidos en el C-3 pretenden recuperar los restos de sus familiares, dados por desaparecidos durante décadas, y si es posible, el reflote del sumergible, aunque un estudio llevado a cabo por Defensa a petición del por entonces ministro Federico Trillo en febrero de 2003 indicaba que el submarino estaba muy deteriorado, con gran cantidad de incrustaciones, pérdida del doble casco y probablemente partido por la mitad, situación que indicaría que, al menos a corto plazo, debía desestimarse su reflotación. No obstante, otras opiniones aseguran que el rescate es viable, y que no se hace por su alto coste y dificultad, pero que habría quien hiciera frente al coste económico del reflote y la posterior restauración, porque la intención es mostrarlo en el puerto de Málaga y que a los 37 militares que hay en su interior se les devuelva el honor que durante décadas se les ha querido robar a través del silencio y el olvido, ofreciéndoles al menos un digno entierro, evitando el abandono en el cual aún se encuentran, acaso el expolió que actualmente sufre este panteón submarino, convertido en lugar ocasional de visita por submarinistas, más o menos respetuosos con lo que esta nave y sus ocupantes significan.

Sirvan al menos estas líneas para divulgar entre los gaditanos la historia de este submarino, y en particular la de este puertorrealeño que dio su vida por salvaguardar la libertad, la democracia y la legalidad política del momento.